El tatuado y el culito de manzana
- Curro Mendoza
- 2 oct 2018
- 4 Min. de lectura
El tatuado y el culito manzana

Es cierto que cuando todos vamos desnudos, por prudencia, o por que difícilmente salvo algo muy obvio, no te fijas demasiado en aquello que te rodea. Así ha sido en este caso, pero es suficiente una pequeña variable, para que el punto de vista sobre algo o alguien cambie totalmente.
Esta mañana, todo ha sido diferente, para comenzar hemos entrado en el recinto de la piscina por el lado opuesto, y nos hemos ubicado al lado de la socorrista, hasta aquí nada digno de reseñar, pero poco después, ante mis ojos pasa un tio de edad alrededor de los cuarenta, todo tatuado, y aunque no era la primera vez que lo veía, hoy me ha entrado por la retina de otra manera.
Me sumerjo entre las hojas de mi novela durante unos minutos, cuando ante mí pasa alguien y me hace sombra, elevo la mirada al desconocido y me quedo eclipsado, ese culo de manzana, prieto, elevado, sobresaliente, hace que no separe los ojos de él.
La verdad, no es el prototipo que me gusta, le falta vello por todos sitios, pero ese culo…, ese culo merece ser atendido.
Al volver del baño vuelve al corro en el que estaba, allí parecen estar dos parejas, el tatuado y dos mujeres, entonces siento algo de decepción, entonces tengo claro que mis deseo en esta ocasión eran un deseo frustrado.
Me doy una baño, paso por la ducha con la intención de secarme y marcharme, pero cuando estaba a punto de hacerlo, siento la vejiga llena y decido ir al baño antes de marcharme del recinto, fue entonces cuando me llevé la gran sorpresa.
No sé, si es lo normal, pero cuando entro en un baño así, y voy con la intención de mear, me limito a encajar la puerta, no, no la cierro y por supuesto no hecho el pestillo, en esto andaba cuando…
Sí, directamente entró, se puso a lavarse las manos, mientras no dejaba de mirar.
Yo miré hacía atrás sorprendido, pero no dije nada.
—Perdona, igual te molesta que haya entrado, pero como no estaba la puerta cerrada.
—Tranquilo, no pasa nada.
Fue entonces cuando noté en su mirada algo diferente, ¿tal vez era deseo?
Alargué la meada un poco más, el terminó de lavarse las manos y al buscar papel para secarse, solo encontró un rollo justo encima del depósito de la taza del cuarto de baño, en el que andaba meando. No se cortó en acercase y, claro, me pilló con la polla dura.
—¡Valla!, perdona, no pretendía.
Su mirada, era de codicia, de haber estado la puerta cerrada y no encajada seguro que se hubiera arrodillado allí mismo y me la hubiera mamado, pero tras cogérmela y tantear su buena forma, me miró a los ojos y me dijo.
—Estoy en el apartamento xxx, aquí al lado, creo que puedo hacer algo para bajarla.
Necesité un par de minutos tras marcharse y ponerla bajo el grifo del lavabo para poder salir de nuevo a la piscina, cuando lo hice, el ya había recogido y se marchaba por la misma puerta que habíamos entrado al recinto.
Esperé unos segundo por discreción, me eché la toalla al hombro, y salí tras sus pasos.
Observé que me miraba de reojo asegurándose de que le seguía y cuando entró en el apartamento, dejó la puerta entreabierta para permitirme el paso.
Nada más entrar yo, se cerró la puerta, él estaba tras ella y al darme la vuelta sorprendido, él se arrodilló y comenzó a darme una fabulosa mamada.
—Ves como podía hacer algo por ayudarte a que se bajara. —dijo en un momento que se sacó mi polla de la boca y me miró a los ojos.
—Así de momento, lo que estás haciendo es que se ponga más dura.
Entonces se incorporó nos fundimos en un profundo beso y yo proveché por primera vea para tocar esas nalgas increíbles.
—¿Te gusta mi culo?
—Un culo así no se ve todos los días, —respondí con una sonrisa pícara, mientras llevaba mi mano a su raja.
—Ya me he dado cuenta en la piscina y junto a, que ya antes me había fijado en ti, me llevó a forzar el encuentro en el baño.
—Joder, no me había dado cuenta, —respondí sorprendido a la vez que halagado.
Fue entonces cuando me agarró la polla y tirando de ella me llevó al dormitorio.
—Aquí estaremos mejor, —dijo al tiempo que me empujaba sobre la cama y él se arrodillaba para seguir con esa mamada que me dio improvisadamente tras la puerta.
Yo me relajé, me acomodé con las manos hacía atrás y me dejé hacer.
—¿Te gusta como la chupo?
—Sí joder, sigue, sigue así.
Fue entonces cuando oí un ruido en el exterior de la habitación, me sobresalté y traté de ponerme en pie.
—Tranquilo es Pierre, sabe que estamos aquí y si no te importa…
Me quedé paralizado unos segundos, fue entonces cuando con una sonrisa socarrona apareció en el marco de la puerta el tío de los tatuajes.
La cara se me debió de iluminar, en ese momento el culito de manzana volvió a sumergirse entre mis piernas, mientras Pierre se acercó y me comió la boca apasionadamente.
—¡Vaya sorpresa!, no dudé de tu gusto, pero, no me habías contado que se trataba del osito de los piercing en los pezones.
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