El vecino
- Curro Mendoza
- 6 ago 2018
- 5 Min. de lectura
EL VECINO

Ni que decir tiene que, un lugar como Vera Natura, es un paraíso para la gente que le gusta el nudismo, si a esto añadimos la multitud de aplicaciones de móvil que nos indican, la cercanía de otros osos que tienen inquietudes similares a las nuestras, no hay mucho más que agregar.
Bueno sí, en algunas de estas aplicaciones incluso dan pelos y señales de los gustos concretos de cada uno, y claro está, esto simplifica muchísimo la caza.
No, que estén tranquilos los amantes del mundo animal, la caza en este caso no deja de ser un eufemismo, una simple manera de hablar para referirme a la búsqueda ocasional de sexo entre hombres.
Obviamente debo de reconocer que, durante mi estancia en Vera, han sido muchas las veces que he actualizado estas aplicaciones, bastantes las charlas mantenidas, incluso una de ellas un tanto rocambolesca, ya que mi interlocutor, lo tenia a apenas a tres metros tras de mí en la piscina. En este caso era innecesario el intercambio de fotos, ya que solo con girar un poco la cabeza, podía mirar descaradamente el ejemplar con el que trataba de ligar.
Lo que me llegó a sorprender fue el inicio de una conversación que, en una primera lectura, me llamó la atención.
—¿Nos conocemos?, —pregunté inocentemente.
—Te sigo desde hace años en RRSS, pero sobre todo, hemos hablado a través de “Tuamo”
A partir de aquí no hicieron faltan más palabras, él sabía quién soy perfectamente, incluso era lector habitual de mis relatos y claramente conocía mis gustos sexuales.
A partir de este momento, los mensajes intercambiados eran habituales, el estaba en el apartamento de enfrente con su pareja, y sin necesidad de forzar la situación, el cuerpo a cuerpo era algo que antes o después llegaría.
He de confesar que a esta alturas de la semana, incluso tenia una lista virtual de mis objetivos sexuales.
—Solo es cuestión de priorizar, —llegué a comentar a Peter.
Que confundido estaba, en estos temas por más que me ocurra una y otra vez, nunca aprendo, lo fácil, a veces es imposible y lo inalcanzable, se hace realidad sin apenas darte cuenta.
En fin, que me voy por los Cerros de Úbeda y de lo que se trata es de poner mirando “pa” Cuenca.
Fue en la primera fiesta en el Cruising, sí en esa que por primera vez nos desnudamos, cuando me lo encontré, me siguió al cuarto oscuro y por primera vez cara a cara, tras cerrar la puerta, nos devoramos mutuamente.
Su boca fresca y jugosa me invitaba a besarle con pasión, el no tardo en agarrarse a mis piercing y yo en quitarle la ropa de la que aún no se había despojado.
Sí era un osazo, era grande, alto, fuerte, muy guapo y con un culo de esos que ocasionan estragos.
Levanté el brazo derecho, se fijó en mí mirada y paso su lengua de mi pezón a la axila, la olió, soltó un gemido y se volvió loco lamiéndola, yo cerré los ojos, sus gemidos, sus bufidos, lamiendo mientras me pajeaba la polla con fricción, me tenia muy alterado, yo sobaba sus nalgas, eran duras, prietas como mármol, su culo estaba en consonancia con su cuerpo, tenia esa forma de manzana que tanto me obsesiona, y que para disfrutarlo realmente la menor manera es ponerlo de espaldas sobre la cama y levantarle las piernas para facilitar al máximo la penetración, pero el lugar no daba para ese juego, al menos en le interior de la cabina.
El vecino, paso de una axila a otra, de un pezón al del otro lado, para terminar agachándose, ponerse de rodillas, y darme una fabulosa mamada.
Su cálida boca, me deshacía la polla, la tragaba hasta la garganta y después la sacaba lentamente, a su salida mi rabo mostraba una generosa capa de babas. El ritual lo hizo media docena de veces.
—¿Te gusta como te como el rabo?
—Me gusta tanto que, de seguir así, me tendré que controlar, para no correrme.
—¡No!, ¡no quiero que te corras!, ¡quiero que me folles!
Sus palabras me sonaron a gloria, le cogí de la cabeza, le di una buena follada de boca y acto seguido le invité a incorporarse.
He de reconocer que estaba a punto de correrme, nos dimos una buena sesión de morreos, la frescura de su boca me encantaba, y tras comprobar que su polla estaba a tope y su culo con la ayuda de un poco de saliva y uno de mis dedos estaba a punto, le di la vuelta, le apoyé contra la propia puerta y sin muchos preámbulos, le metí la polla de un tirón.
Sí, no anduve con mucho tacto, los dos estábamos muy calientes, íbamos a lo que nos apetecía y no era otra cosa que una follada salvaje.
Tras la clavada, me quedé unos instantes en su interior, profundizando, tratando de estar lo más dentro posible, aferrado a sus caderas y con mis huevos pegados a sus nalgas.
—¡Fóllame cabrón, no pares ahora!
Esas palabras me pillaron algo desprevenidos, pensaba en una follada tranquila, espaciada, con algo de tranquilidad, pero fue oírlas y mi cuerpo responder de la manera más animal y salvaje posible.
—¡Así tío, dame fuerte!
Durante unos minutos no ceje en la potencia y brutalidad de la follada, después, bajé un poco el ritmo, saqué un poco la polla y comencé a follarlo en círculo, mi polla estaba encharcada con su lubricación natural, los jugos que emanaba su ano me caían por los huevos que húmedos por el lubricante que los envolvía, golpeaban sus nalgas, haciendo un ruido característico.
—¡No pares tío, sigue así hasta el final!
Continué un poco más dándole caña, pero cuando estaba a punto de llegar a ese punto sin retorno, la saqué de golpe.
—Toma tio, ¡agáchate y traga, que me corro!
El vecino se arrodilló, abrió la boca y cerró los ojos, esperando la inminente descarga.
Solo tuve que meterla, agarrarle la cabeza y dejar que mi lefa inundara su boca.
Cuando me vacié, afloje la presión sobre su cabeza, él me miró con mirada agradecida, saco su lengua y lamio mi glande, sacó la ultima gota y lentamente se incorporó.
Le dejé en la cabina recomponiéndose y poniéndose la poca ropa que se había quietado, yo salí de allí, mi polla aún se mostraba dura, orgullosa de la batalla de la que había salido vencedora.
Me senté en uno de los sofás antes de salir a la sala a lavarme, imaginé por un momento como hubiera sido el polvo en una cama, entre unas sábanas blancas, con ello tardó un rato más aun en llegar la flacidez de mi rabo
Durante los siguientes días, tuve nuevas ofertas del vecino, incluso alguna de trio con su pareja, la oferta era llamativa, pero yo estaba con Peter y la oferta era de cuarteto o se quedaba allí.
Han sido unos día muy calientes, solo tenia que elevar la mirada y encontrármelo allí, con su mirada de ofrecimiento, de entrega, y yo deseando subir, arrastrarlo a la cama, ponerlo a cuatro a patas y desahogarme.
Seguramente a él le hubiera gustado, para mi hubiera sido solo un desahogo y para desahogos, el lugar ofrecía muchas posibilidades y mejor dejarme sorprender por ellas, y de este modo, solo tendría que descansar un poco antes de que se presentará la siguiente, si quieres que te la cuente, solo debes de tener un poco de paciencia.
Comments