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El francés II

  • Curro Mendoza
  • 28 ago 2018
  • 5 Min. de lectura

El francés II


El francés y yo nos miramos, ambos estábamos resplandecientes en la oscuridad, de la capa de sudor que cubría nuestros cuerpos, la colchoneta estaba que resbalaba, pero la propuesta no era para que pasara desapercibida.

Sí, di a Peter un fuerte azote en las nalgas con la mano abierta, en todo el local resonó, y a partir de ese momento, fueron muchos, los que se dieron cuenta de nuestra particular fiesta en ese rincón, y de vez en cuando asomaban la cabeza a través de las tiras de cuero.

El francés y yo nos miramos a los ojos, no enzarzamos en un nuevo beso de tornillo, mientras Peter desde la altura y el culo ofrecido, nos miraba sorprendido por no tener respuesta a su propuesta.

—Bueno, —dijo el francés—, si este culazo pide guerra, se la tendremos que dar, ¿no?

—¡Vas a tener lo que pide y tal vez algo más! —respondí con una media sonrisa socarrona, mientras le abría las nalgas, mostrado todo su agujero.

El francés al verlo, no se resistió y se amorró a él, yo me levanté y acariciando los pezones a Peter, que sé que es algo que rompe sus barreras, y dándole un buen morreo, le susurré al oído.

—Ahora vas a saber, lo que son dos machos follándote con ganas.

—Sabes que, si hay algo que me pone realmente cachondo, es ver deseo en la persona con la que estoy follando.

—Pues por mi parte mira como estoy, —dije mostrándole mi polla— y te puedo asegura que el francesito está berraco total.

—Por mi parte te puedo asegurar, que entre la lamida de culo, la saliva que me corre por las piernas abajo y la propia respuesta de mi culo, con su lubricación propia, me tragaba la dos pollas juntas.

Me quedé mirándolo con una sonrisa, mientras hacía un gestó al francés, que me entendió de inmediato y se apartó.

Me puse tras de Peter, le cogí de la cintura para que arqueara la espalda y me ofreciera bien ese culito, y a la vez que le besaba en el cuello, le decía:

—No quieres polla, pues toda tuya.

Dicho esto, y que mi rabo duro como una piedra, comenzara a introducirse en ese gruta de placer, fue todo uno, joder, nunca había visto un culo así de lubricado, jugué con mi polla dentro, junto con un dedo, con dos, estaba plenamente dilatado.

Estaba radiando todo esto, me encanta hablar mientras estoy follando, los curiosos, no dejaba de asomar la cabeza al escuchar mi voz, tratar de ver en la oscuridad del cubículo, lo que allí dentro estaba sucediendo.

El francés, permanecía tras de mí, lamia mi culo, mis huevos, mi polla según salía del culo de Peter y cuando le metí un par de dedos, casi se vuelve loco, viendo lo que tenía delante.

Tumbé un poco más a Peter, eché mi culo para atrás y me abrí las nalgas, para que el Frances disfrutará de mi culo, a la vez que yo mantenía mi rabo bien hundido en el interior de Peter, me puse a hacer unos movimientos rotatorios de pelvis.

—¡Joder Curro!, no pares, sigue cabrón, mira ni me estoy tocando la polla y creo que en cualquier momento me puedo correr.

Peter estaba con las manos apoyado contra la pared de la oscura sala, agarré su polla, nunca la había tenido tan dura como en esta ocasión. Metí la mano entre su culo y mi polla, tenia los huevos encharcados, los efluvios resbalaban por mis piernas mezclándose con el sudor, llegué con mis dedos a mi ojal, la lengua dura y sabía del francés, me estaba taladrando el ojal y dándome un placer hasta ese momento desconocido,

—Cabrón—dije mirando al francés— Cómo sigas así, creo que voy a tener mi primer orgasmo anal.

—No jodas, si eres capaz de correrte así, verás cuando tengas mi polla dentro.

Fue oír estas palabras y embargarme una extraña sensación, por primera vez en mi vida, fui consiente de que el culo, también vale para dar placer e inconscientemente lo contraje.

El francés desde detrás me miró sin saber que es lo que estaba ocurriendo, entonces le guiñe el ojo, le ayude a incorporarse y le cedí mi puesto.

Llevó la mano al culo de Peter, tanteó su ojal y tras comprobar su optimo estado para ser penetrado, clavó su polla de un solo golpe.

Peter gruñó, su culo estaba más que preparado, pero la polla del francés era algo más gruesa que la mía y, eso lo notó de inmediato.

—¿Estás bien?, —preguntó este preocupado.

—Joder ya lo creo, —respondió Peter, a la vez que soltaba un fuerte suspiro de placer.

—Pues ahora verás lo que te espera.

Joder, me aparté un poco, el cabrón del francés era un experto follador, lo tenia todo, un ritmo fantástico, un morbo que me volvía loco y una forma de moverse que estaba llevando al clímax a Peter. Además no dejaba de susurrarle cosas al oído, de pasar su lengua por la nunca, por la oreja, por él cuello, y esto no hacía otra cosa que sacar jadeos a Peter, que no dejaba de jadea y de gritar cada vez más fuerte.

—Joder tío, no pares sigue, vaya pedazo polvo que me estás pegando.

Yo los escuchaba desde solo unos centímetros, me estaba pajeando como loco, mi polla estaba pidiendo guerra, a la vez que mis huevos reclamaban explotar sin más demora.

—Estoy a punto —dijo el francés.

—No espera, quiero que te corras encima de mí.

Peter, se dio la vuelta sacando el rabo del francés de su culo y se arrodilló, poniéndose frente a este.

El francés se quedó algo descolocado.

—Yo también me corro, —dije a voz en grito— no puedo retener por más tiempo mi leche.

—Sí, dúchame con tu lefa. —gritó Peter.

—Toma cabrón, que te lo mereces.

Fue decir esto, y ver como al mismo tiempo el francés, se arrodillaba junto a Peter y se ponía frente a mi rabo a la vez que se abrazaba a este.

En ese momento, creo que perdí el conocimiento, de mi rabo la leche no salía, era un geiser, fueron chorros que aliviaban mis huevos, al tiempo que sentía como la fuerza comenzaba a flaquear y mis piernas se arqueaban.

Vi impactar mi leche sobre sus caras, sus pechos, ellos estaban medio locos, se besaban, se devoraban las bocas, se lamian las caras, hasta que sus gemidos me hicieron fijarme en sus pollas y las potentes descargas que de ellas salían.

En ese momento fueron varias las cabeza que se hicieron visibles, en el habitáculo un potente olor acido llenó todo el espacio y mientras recuperábamos el aliento, reímos ante el patético aspecto de nuestros cuerpos sudosos, sobre un camastro empapado y lleno de arena al no habernos quietado los zapatos.

Tardamos unos minutos en recuperarnos, nos secamos el cuerpo con unas servilletas de papel, que Peter trajo de una de las cabinas y cuando salimos del habitáculo, eran muchas las miradas con las que nos encontramos.

Para nosotros había sido un polvo salvaje, pero…, ¿Qué decían esas miradas?

 
 
 

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