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Rehén de los marroquíes
- Curro Mendoza
- 4 dic 2016
- 5 Min. de lectura

REHÉN DE LOS MARROQUÍES.
Habían pasado varios días desde aquella mañana en el supermercado, cada vez que salía solo a la calle, mi cabeza rotaba sobre mi cuerpo tratando de no perder detalle, de que nada escapara a mi percepción y si alguien llamaba mi atención, tal y como se había convenido, ponerme a su servicio.
Otra cosa distinta era cuando salía acompañado, un nudo en la garganta me tenia totalmente tenso, aunque me habían dicho que solo me entrarían si me veían solo, el miedo a quedar en evidencia delante de los amigos, o incluso delante de mi propia pareja me tenia acojonado.
Según pasaban los días me iba tranquilizando, ya apenas prestaba atención a mi alrededor, y algunas veces incluso, llegué a pensar que nada había ocurrido, que todo aquello fue una fantasía más, un sueño algo más explícito, y que nunca ocurrió.
Salí de casa con mi pareja, era mañana fresca de finales de invierno, de esas que igual tienes que abrigarte, como sales en mangas de camisa, era lunes y se nos habían acumulado varias cosas de los bancos, hacer la compra, y alguna otra gestión con un problema con la empresa suministradora de la luz.
Al salir del portal cada uno teníamos claro nuestros cometidos y tras un desayuno en el bar de la esquina partimos a nuestros quehaceres.
Yo me hacía cargo del banco y de la compra, con lo cual mis desplazamientos eran mínimos, y tendría tiempo de pasarme también por el videoclub para recoger alguna peli que ver entre semana.
Luis tenía que tomar el metro, eran varias estaciones hasta la oficina central de la eléctrica y nada más terminar su desayuno salió pitando, dejándome un rato de charla con el camarero, que por cierto, cada vez me miraba de manera más descarada y a veces descaradamente se tocaba el paquete sin miramiento alguno cuando estábamos solos y sabía que le estaba mirando.
La mañana empezaba caliente, el cabrón estaba como quería y sabia lo muy caliente que me ponía, con una sonrisa salí del bar y camino del supermercado me cruce con el marroquí.
Instintivamente, al cruzarme volví la cabeza, nuestras miradas se entrecruzaron y una amplia sonrisa que le ilumino la cara me dejo hipnotizado.
Seguí unos pasos más, y ante el primer escaparate paré y me volví a mirarlo, un ligero gesto con la cabeza, me indico que le siguiera.
Lo deseaba y lo temía, mi cuerpo me pedía caña, pero mi mente me atormentaba con lo peligroso de la situación, y trataba de resistirse, un segundo movimiento de cabeza más insistente, venció mi voluntad, me di la vuelta y lo seguí.
Unos metros más adelante en la primera calle que cruzaba se metió en un portal y dejo la puerta si encajar para que lo pudiera seguir.
Al entrar en el portal, me hube de acostumbrar a la oscuridad reinante, hasta que un ligero movimiento hacia el sótano, me indicaba que ese era el camino que debía de seguir.
Siete escalones más abajo, una puerta hacia unos trasteros y el siguiente tramo de escalera para llegar a algún sótano.
Vi cómo se cerraba la puerta de los trasteros y antes de cerrarse ya la estaba yo empujando.
Al cerrarse tras de mí, aun sin acostumbrarme a la oscuridad, me deje llevar por el olfato, no le veía , aunque notaba su presencia y sobre todo olfateaba su cuerpo.
SI CABRON, ESTOY AQUÍ, ARRODÍLLATE Y LAME.
Note sus manos grandes, sus dedos delgados y largos presionarme en la cabeza y empujarme contra su paquete.
Su polla dura como una piedra quedaba perfectamente definida y mi lengua seguía sin ningún tipo de escrúpulos desde los huevos hasta la punta del capullo, dejando con mis babas, marcada esta maravillosa silueta del placer.
Me encontraba en éxtasis, estaba fuera de mi mismo, apenas existía el mundo, solo me dejaba llevar, el olor me dominaba y su voz me dirigía, mis manos temblaban al querer soltar el botón del pantalón gris oscuro con unas finas rayas típico entre esta población, mi nariz se hundía otra vez entre la tela, no queriendo desperdiciar ni una sola esnifada de este aroma embriagador; cuando solté el botón de arriba baje la cremallera, sus pantalones quedaron a media pierna por encima de las rodillas.
Unos calzoncillos clásicos, de un dudoso color verde, como los del ejército tenía enfrente y un poderoso bulto me señalaba el camino que mi boca debía de seguir.
De un solo tirón, los baje hasta donde los pantalones me lo permitieron, y su rabo salto contra mi cara azotándomela y emputeciéndome aún más si cabe.
Un fuerte hostión, me hizo considerar mi rol, estaba para obedecer no para disfrutar, me decía una voz, que ni tan siquiera relacionaba con el macho que tenía enfrente de mí.
Lame mi entre pierna, no mi polla.
Clave mi nariz entre sus ingles y sacando mi lengua empecé a recorrerlas una y otra vez.
─Ahora los huevos, ─me decía.
Esa voz como si de un guion se tratara me indicaba lo que debía hacer, yo olía, lamia y disfrutaba.
─¡Límpiame bien el culo¡, ─exclamó
Dándose la vuelta.
Solo recuerdo un olor fuerte, muy agrio, no era a mierda, solo a falta de limpieza, le abrí las nalgas con las dos manos, escupí sobre el agujero, y pase mi lengua por él, disfrutando de cada milímetro de su superficie .
Una corriente eléctrica que empezó en mi cerebro, me recorrió toda la columna y se refugió en mis huevos, me condujo al éxtasis.
UNA DESCARGA TRAS OTRA, ME EMPAPARON LOS CALZONCILLOS, MIENTRAS SEGUÍA DELEITÁNDOME CON EL MANJAR QUE EL MORO ME OFRECÍA.
Una nueva orden mientras me tiraba del pelo, me puso nuevamente delante de su polla, y sin apenas darme cuenta me la metió hasta los huevos.
─Ensalívala bien, que ya sabes lo que te espera.
Aunque no lo quisiera mi boca estaba salivando desde hacía rato y su polla quedó recubierta de una generosa capa de babas.
Me levantó de los pelos y apoyándome contra la pared, me bajo de un golpe los pantalones y los calzoncillos hasta los pies, me puso la polla en la entrada de mi agujero y me la clavó.
No recuerdo el tiempo que estuvo entrando y saliendo de mí, yo relajé mi mente, relajé mi ano y me deje hacer dejándome llevar por el intenso olor de sus cuerpo, por el resto de olores depositado en mí perilla, tras lamerle las ingles y el culo y tan solo salí de la tórrida fantasía, al notar un cálido chorro que me inundaba y su polla segundos después saliendo de mí.
Cuando quise reaccionar, y girar mi cara, el ya no estaba, la puerta se estaba cerrando tras de él.
Me tome unos segundos para recuperar el aliento.
Al subirme los calzoncillos mi lefada estaba completa en la huevera, la recogí con mis dedos y decidido a llevármela a los labios, cuando uno de los trasteros, el que tenía la puerta al fondo se abría.
Un bakala emporrado apareció con una sonrisa, y un pito de maría entre los labios.
Vaya, vaya, parece que te va la caña, mientras se acercaba y tirándome agarrándome de los huevos me arrastraba a un cutre colchón que tenía en el suelo del trastero.

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