DESPUÉS DE LA MEDIA NOCHE Y CON EL FUEGO EN EL CUERPO
- Curro Mendoza
- 13 nov 2016
- 10 Min. de lectura

Hacía tiempo que cazábamos juntos, Pep y yo; teníamos muchas cosas en común, tantas que a veces no se sabia muy bien cual era el pensamiento de uno y del otro, ni cuales eran las preferencias que nos diferenciaban, los dos íbamos en le mismo pack, incluso a veces a mí me llamaban Pep, y al el Xavi. Algún fin de semana nos juntábamos el viernes para una comida tardía y no nos separábamos hasta el lunes a la hora de que cada uno debíamos de acudir a nuestros respectivos trabajos, cosa que en algunos casos, gracias a los turnos, no era hasta la tarde noche el momento de la separación. A los dos nos encajaba más o menos el mismo tipo de hombres, pero sobre todo nos perdía el morbo, nos perdía una actitud, una forma de afrontar el sexo, marcado por la hombría y la falta de feminidad en nuestras conquistas. Entre risas solíamos decir, que para follar con nenas, nos buscábamos hembras reales, éramos alérgicos a la pluma en general. Dos tíos en la treintena, en esa edad plena, donde nada se te pone por medio y el cansancio físico no hace mella, incluso después de toda una noche de cachondeo. Físicamente complementarios, el delgado pero marcado de horas de gimnasio, yo fuerte pero definido, en ese punto medio entre el cachas y el tío marcado por el esfuerzo físico del trabajo. Yo aún no había pasado de los treinta y cinco mientras él se acercaba ya a los treinta y ocho y nuestras noches de juerga eran comentario entre algunos núcleos de Chueca. En un principio cuando nos conocimos, me llamó la atención lo conocido que era, unas semanas antes había sido imagen de unos carteles de una famosa fiesta bajo el paraguas del Día del Orgullo, y por ese motivo eran legión de jovencitos plumeros los que bebían los vientos por él, y los perseguían y acosaban haya donde fuéramos. Este cartel, agregado a su metro ochenta largo, su cara de ángel y sus melancólico ojos azules acompañados de esa perilla romántica del siglo XIX, eran sus bazas más marcadas, pero metido en faena, esa cara angelical se convertía en osadía, en bravura y feromonas electrificando cada rincón del local que pisábamos. Yo era nuevo en este sitio, hacía poco me había desplazado de Barcelona y a pesar de ser físicamente una persona estándar, mi carita de chico bueno y la novedad en la plaza me hacía codicia de muchos ojos. Mido metro setenta y cinco, mi peso está rondando los ochenta kilos, y esa marcada complexión fuerte, junto con mi cara de camionero y mis andares de obrero de la construcción, nos convertía en un dúo altamente llamativo. Después metidos en materia, y en los locales que más nos gustaban éramos todo una exhibición, hasta el punto que a veces ni tan siquiera nos permitían tomarnos relajadamente una copa y este es el caso con el que voy a comenzar esta serie de relatos que quiero compartir con vosotros y que como título genérico los llamaré, después de las doce, ya que es la hora a la que comenzamos normalmente nuestras cacerías. Ya era cerca de la una de la madrugada, después de varios garitos para matar el tiempo llegamos a nuestro favorito en Malasaña. Extrañamente había poca gente, en el ropero siete u ocho perchas ocupadas, me asomé al local antes de desnudarnos y al comentarlo con el camarero, se rio y me dijo, ya sabes, fin de mes, eso se nota siempre. Nos acomodamos en la barra en la esquina próxima al slim, Pep, fue al servicio, y desde ese rincón pude ver a los dos tíos que había tomando sus cervezas en la barra, y la verdad, pensé que de ser esto lo que había en el local, sería una noche muy tranquila. Llevaba más de cinco minutos de espera, y seguía solo, lo cual me daba esperanzas, pero en esos pensamientos estaba, cuando lo vi salir, su mástil apuntaba alto, y una sonrisa iluminaba su cara. ─¿Qué, ya te han calentado? ─Bueno solo un poco de juego, me apetece ser travieso, y creo que hay la gente adecuada. Me soltó un sonrisa de esas suyas que sin decir nada te lo deja todo lo suficientemente claro y seguimos bebiendo nuestras cervezas, mientras que tres tíos que salieron uno tras otro del cuarto oscuro desfilaban a nuestro lado una y otra vez, esperando no sé qué señal, o que indicación, pero antes o después estaba seguro que algo acontecería. ─Ahora veras Me dijo Pep, mientras chasqueaba los dedos. Me quede expectante, de los tres tíos que pululaban a nuestro alrededor dos de ellos se acercaron, agacharon la cabeza se arrodillaron ante él, y cada uno por una pierna, esas potentes piernas como columnas de templos sagrados subían lamiéndola desde los pies, en los gemelos le daban ligueros mordisquitos con los labios, en la corva de la rodilla se esforzaban por lamer cada milímetro, y buscar los puntos más placenteros mientras el sin dejar de mirarme y dando una fuerte calada al cigarrillo que tenía entre los labios, me decía: ─¿Ves cómo te he dicho que la noche daría para juego? El tercero de modo receloso pasaba cerca, se paraba unos instantes y cuando pensábamos que se iba a animar, por enésima vez trataba de emprender camino, Pep, lo espetó diciéndole. ─Tu cabrón, ¿no ves que tienes trabajo? Se paró en seco, se clavó de rodillas delante de mí, y hundiendo su lengua en mis ingles, empezó a lamer mi entrepierna con verdadera pasión. Pep, se levantó de la banqueta, se puso en pie, y cogiendo a uno de ellos por los huevos, el más grande y vicioso, lo llevo a la cruz de San Andrés y tras inmovilizarlo brazos y piernas, se limitó a jugar con él. Le cogió, de la mandíbula, mientras le GRITABA ─!Abre la boca , cabrón¡ Bebió un largo trago de cerveza y acercando su boca a la de él, se limitó a transvasar una buena porción de líquido de boca a boca. Al segundo lo cogió de los pelos y arrastrándolo de rodillas hasta donde ellos estaban, lo puso a lamer la entrepierna del que estaba inmovilizado, llevándole su boca hasta su entrepiernas, y situándole tras él, sentado en el suelo, apoyado contra la pared y con el culo del primero delante de su boca, le grito. !Tú, perro, lame ese culo, límpialo bien, y lubrícalo, para lo que venga después¡ El perro se aferró con las dos manos a los muslos del otro y dando un fuerte gemido como respuesta a la orden de Pep, se dedicó efusivamente a su labor, mientras el otro perro jadeaba del gusto y del dolor que las manos de Pep, le proporcionaban en los pezones retorciéndoselos de manera inmisericorde. Yo seguía el espectáculo tranquilamente, pero cada vez más excitado por la experta lengua que jugaba en mi entrepiernas, con mis huevos y a veces de manera osadamente en la entrada de mi culo. Entonces Pep miro al camarero, este se acercó, ya que tampoco se estaba perdiendo el espectáculo, y le pidió un dildo y unas pinzas. Se mojó la yema de los dedos, acarició nuevamente cada uno de los pezones, y cuando más relajado estaba el perrote por el placer del masaje, le coloco, sin consideración alguna, las pinzas. Una exclamación salió como un aullido de la boca del tío, pero Pep, con un fuerte revés en la cara lo aplacó. El perrote calló, cerró los ojos y se relajó al masaje que el otro perrote le daba en el culo. Pep se agachó, le ofreció el dildo a lamer al otro tío y cuando este jugaba con su lengua entre el culo y el dildo, se lo hundió no sin cierta violencia hasta el fondo de un solo golpe. ─!Sujétalo sin que se salga¡ ─gritó al otro perrako. Entonces se dirigió al camarero, le habló algo al oído que no pude oír, y después de obtener la aprobación de este, se colocó enfrente de perrako atado, preguntándole sobre su estado. ─En la gloria Señor. Entonces índico al otro perrako que le sacase casi del todo el dildo, cuando estaba a punto de salir, le indicó que lo metiera hasta el fondo. Un fuerte gemido fue la respuesta de perrako, mientras Pep, empezó a mearle todo le pecho y el pubis, este al sentir el chorro caliente, no se pudo aguantar y se corrió sobre la pierna de Pep. Cuando estaba soltando los chorros de leche, le dijo al otro perrako que le sacara el dildo de golpe, y le limpiara la leche de las piernas. Después de lamerle hasta la última gota, le tiro contra el suelo y le dijo: AHORA CABRON, LIMPIA HASTA LA ÚLTIMA GOTA DE MEOS DEL SUELO, DESPUES, SI QUIERES SUELTAS A ESTE PERRO. ─Yo di una patada al que tanto placer me estaba dando, y al acercarse Pep, me dijo: ─Bueno, ¿qué te parece el comienzo de la noche? ─No está mal, pero necesito vaciar también mi vejiga. El perro se acercó nuevamente a mí, abrió la boca y sujetándole bien la cabeza, fui descargando lentamente, debido al empalme que tenía, permitiéndolo tragarse todo lentamente. sin desperdiciar ni una sola gota. Nos pedimos una nueva cerveza, y seguimos en animada charla con el camarero, como si lo ocurrido hasta el momento, hubiera sido un pequeño aperitivo de lo que la noche nos deparaba. Habría pasado como media hora desde que alivie la vejiga, pero las cervezas hacían su efecto y tuve que levantarme para ir al baño de nuevo, al llegar allí, el perro habido de mi jugo, me esperaba de rodillas al lado del urinario, dándome la opción de descargar en su boca. Me puse frente al urinario, le mire a los ojos y le indique que acercara la boca a la porcelana, sacó la lengua, rozó el frio sanitario, y entonces, solo entonces, dirigí el chorro de meos a su cara, abrió la boca empezó a tragar y siguiéndome el juego de vez en cuando sacaba a lengua y la rozaba con el meadero, haciéndome nuevamente que mi polla resucitara y estuviera nuevamente lista para el juego. Al salir a la barra del bar, Pep se fijó en mi sexo inhiesto, y tal y como yo hiciera cuando él salió en similares circunstancias se rio de mí. ─Bueno, veo que reclamas acción ─me dijo. ─Si, le contesté, mientras hacia un gesto a un par de tíos que acaban de llegar y que justamente pasaban detrás de nosotros. ─Joder, y yo que pensaba proponerte irnos a otro sitio. Primeros vamos a tantear el terreno y luego ya veremos. Diciendo esto en voz alta, para que el camarero lo oyera y se hiciera participe de la conversación. ─Mejor será que os toméis otra cerveza, a esta os invito yo, creo que sois justo lo que andan buscando, o al revés como mejor queráis, y seguro que si salta la chispa mi vista también se alegrará. ─Pues nada vamos a ello. Elevamos las cervezas, las chocamos y mirando al camarero, brindamos por él y por la noche . Los recién llegados, después de reconocer el terreno por dentro, salieron, se pidieron otras dos cervezas y sin retirar la mirada de nosotros no hacían más que cuchichear, el camarero como buena celestina, les contó como iba la noche y el numerito que habíamos montamos antes. Nos miraron, nos dirigieron su mejor sonrisa, Pep se giró sentando como estaba en la banqueta y abriéndose de piernas les hizo un descarado gesto. Como si de una contundente orden se tratara, se acercaron a nosotros, uno de ellos al llegar se clavó de rodillas entre las piernas de mi amigo y se puso a lamerle el rabo, como si en ello le fuera la vida. Yo los miraba sin prestar atención al que se había quedado junto a mí. El muy cabrón, que se la comía a Pep, era todo un artista, se perdía el rabo de mi amigo en la garganta profunda, y al rato lo liberaba bien ensalivado, este con los ojos cerrados se lamia los labios y gemía soltando a media voz una retahíla que apenas era capaz de distingue. ─Sigue cabrón, que bien la comes, sigue, sigue, indicándole el ritmo con las manos puesta en su cabeza. El camarero, para ver mejor el espectáculo y dado que éramos los únicos clientes que estábamos ya en el local, se salió y se puso a mi lado. El otro recién llegado, se agachó y nos fue comiendo la polla alternativamente. Mi amigo elevando un poco la voz, le dijo ─PARA CABRON, O TE LLENARE LA BOCA DE LEFA. Y cogiéndole la cabeza con ambas manos, se la puso en las nalgas del amigo y le dijo. ─Prepárame ese culito. Al oír estas palabras el tío que no las estaba comiendo, un osete peludo y con barba, sin dejar de tragarse el nabo del camarero hasta los huevos, elevó su trasero, un trasero redondo y peludo, yo lo abrí con mis manos mientras el otro escupía en su agujero y empezaba a pasar la lengua por su raja. El osete al sentir la lengua de sus amigo recorrer su agujero, se sacó la polla de la boca y gimió, dejándonos ver lo muy a gusto que se encontraba. Su amigo le lamio el agujero, lo hizo primero con gesto circulares, después metiendo la lengua, para continuar escupiendo y tras lamerse un dedo, meterlo y sacarlo con absoluta garantía. Pep al ver que el ano estaba listo, se puso detrás de él, aparto un poco la cabeza del que le había comido la polla y apuntaló su rabo al culo del osete. Este se movía como gata en celo, ofreciéndolo y restregándose contra el nabo de Pep, el otro aun de rodillas lameteaba el capullo y el culo al tiempo que este empezaba a hundirse dentro de la gruta peluda del oso. El camarero, se había desplazado y colocándose detrás del le elevó el culo se escupió en los dedos lubricó su culo se escupió en la polla y lanzándolo de cabeza sobre mi polla, lo cogió de las caderas y se la clavó de golpe. Yo le metí la polla hasta la garganta, para que mis huevos amortiguaran el gemido de la clavada, después sin hacer nada, veía como mi polla salía y desaparecía de sus garganta ante las envestidas del camarero, y solo con esto y ver como Pep se follaba al osete, me tenía que controlar para no correrme. Cuando se cansó de follarlo, le sacó la polla de golpe, dejándole el culo abierto y cogiendo al otro de la cabeza le metió la polla en la boca y empezó a follárselo como antes follaba el culo al amigo. Yo le cogí al osete y se la clave de golpe dándole una trepidante follada que a punto estuvo de llevarlo al orgasmo. El camarero, me pidió cambiar de culo, y así retrasar el orgasmo, al rato fue Pep, el que se intercambió con el camarero, y después de más de veinte minutos cambiando de bocas a culos, los arrodillamos delante de nosotros y cogiéndole de los pelo para que miraran nuestras pollas , descargamos sendos chorros de leche sobre su cara. El osete dando un fuerte jadeo se corrió sobre el suelo, el otro se la meneaba a destajo cuando el camarero empezó a mearlo en el pecho. Entonces, Pep grito entonces, ─!ABRID LAS BOCAS¡ Fue una orden para todos, ellos las abrieron, y nosotros elevamos nuestros chorros hasta su altura, vaciando lentamente nuestras vejigas al tiempo que limpiábamos nuestras pollas de los restos de semen. Después se las fuimos metiendo en la boca para que terminaran de limpiarnos los nabos y mientras el camarero con la fregona recogía los restos del juego del suelo, Pep los pidió el teléfono y los nombres. El osete era Luis y el otro Paco. Bueno si os parece bien el sábado que viene doy una pequeña fiesta en casa, y ya sabéis cómo será el final, seremos otros tres tíos más y nosotros. Los tíos sonrieron, sus pollas se elevaron ante la situación propuesta y quedamos en vernos el próximo fin de semana.

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